Desde los primeros versos, el autor hace referencia,
aunque de manera implícita, a formas de la naturaleza y la belleza que ésta
implica, quizás descubriendo un nuevo mundo que parece mejor que el que podemos
imaginar. Esto se plasma en “junto a los ramajes, “un aire suave”… Además se
encuentra integrados elementos que dan una sonoridad capaz de sobresaltar las
barreras del papel, llegando hasta los propios sentidos del lector (“acariciaban
los sedosos trajes”, “dulces violines de Hungría”).
Hay bastantes menciones a hitos mitológicos, que
descubren el escapismo del autor que se refleja en la traslación al exotismo de
otros tiempos, tal como “las
flechas de Eros, el cinto de Cipria, la rueca de Onfalia.”.
Respecto a la métrica se observan versos endecasílabos y dodecasílabos
donde la rima juega un gran papel, y donde no siempre es continua, aflorando
entonces una renovación. También se aprecia una cesura en los versos, semejante
a los versos bimembres.
Importante también símbolos como la flor, que refleja la
búsqueda de la perfección, el esteticismo y la formalidad en los versos de Rubén
Darío.
Por último, resaltamos el papel de las transmisiones
sensoriales, ya no solo naturales, sino sensuales, donde exalta la pasión a la
vez que un vago sentimiento de melancolía.
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